Escrito por: Jairo Richard Obando Luna
Todos los eneros se cumplen años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz por parte del ejército soviético, el oficial Anatoly Shapiro fue el primero en entrar al dantesco campo de concentración y constatar la atrocidad del fascismo alemán.
Cuando volvemos la mirada a la segunda guerra mundial y nos detenemos en Auschwitz es casi imposible no avergonzarnos de la capacidad de mal que puede generar la especie humana, el campo de concentración como punto de culminación de una aterradora tarea de exterminio de una clase social y étnica que no fue solo judía, sino también extensiva a cualquier resquicio de pensamiento progresista o diferente a los preceptos de la ideología nacional socialista impuesta con agresividad y chovinismo por Adolfo Hitler.
Los pensadores de la escuela de Frankfurt sometieron estas acciones horrendas a la fuerza de la verdad y determinaron de forma sensata que Auschwitz no fue un hecho irracional como lo han hecho ver los medios masivos de comunicación y comunicadores especulativos; al contrario, fue un calculado y premeditado sistema de aniquilación humana planificado por los alemanes con fines concretos. Este es el contexto de banalidad del mal como catalogara Hannah Harendt en su ensayo Eichman en Jerusalén, en el cual la escritora judía realiza un juicio crítico y mordaz a la forma instrumental y burocrática en que los alemanes sacrificaban diariamente a miles de personas en Auschwitz, bajo la dirección de Adolf Eichman, de quien realiza un pasmoso análisis de su personalidad y concluye que asesinar para los alemanes fue una actividad laboral más sustentada entre otras en las palabras expresadas por Eichman en el juicio a que fue sometido en Jerusalén, en el cual exclamo: “En Auschwitz sacrificábamos diez mil personas al día, el problema era que hacíamos con los cuerpos”; escalofriante confesión que para el Alemán no revestía mayor escozor.
Esta doctrina nacional socialista no se fomentó de manera desprevenida, fue una filosofía enmarcada en una serie de intereses políticos y económicos a los cuales el arte no era indiferente, al contrario se acudió a él para estetizar una ideología fascista que necesitaba de la anuencia de millones de personas en diferentes partes del mundo, entonces se utilizo a connotados artistas como la cineasta Lenny Riefensthl famosa por la realización de películas de propaganda Nazi como: Olympia y El Triunfo de la Voluntad que hoy en día son consideradas obras maestras del cine y se estudian en las escuelas de cine, el filósofo Martin Haideguerd que con su discurso del rectorado lleno de fuerza el mensaje nazi, las formidables grabaciones del maestro Wilhelm Furtwangler con la Orquesta Filarmónica de Berlín.
También en estos oscuros espacios de muerte el arte inspiró creaciones que relataron el sufrimiento de los condenados, como el cuarteto para el final de los tiempos del maestro Olivier Messiaen escrito mientras estuvo recluido entre 1940 y 1941, y que nació según palabras del compositor cuando advirtió la presencia de otros tres músicos-Jean Le Boulaire (violin), Henri Akoka (clarinete) y Etienne Pasquier, y lograron dar forma a la obra, posteriormente no pocos músicos crearon obras inspiradas en Auschwits, entre ellos Dmitri Shostakovich con su sinfonía No.13, Krzysztof Penderecki con Dies Irae, que son obras de un profundo sentir frente al dolor y los tormentos acaecidos en Auschwits.
A pesar de lo manifestado por pensadores como Theodor Adorno después de Auschwitz: “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, los creadores de diferentes vertientes siguieron inspirándose en este lamentable hecho histórico con el fin de expresar todas esas emociones encontradas que tuvieron que vivir millones de judíos. Compositores como el italiano Luigui Nono en 1966 compuso “Recuerda lo que hicieron en Auschwitz pieza electroacústica que trasmite la tensión pavorosa y la crueldad del campo de concentración, Steve Reich en su obra trenes diferentes de 1988 elabora bajo su esquema minimal todo el vértigo y la ansiedad de los trenes nazis rumbo a Auschwitz apoyado por el Kronos Quartet y Pat Metheny.
Mención especial merece la obra El Sobreviviente de Varsovia del compositor de origen judío nacido en Viena Arnold Schoemberg, quien intensamente conmovido por las atrocidades realizadas por los nazis, desde su exilio en California compuso la obra en un lapso de trece días, para ser estrenada en Albuquerque (Nuevo México) el trece de noviembre de 1948.
A pesar de ser una obra dodecafonica alcanzo un inusitado éxito en la época, teniendo en cuenta que Schoemberg no fue un compositor comprendido durante su vida debido a la estética músical que creo al desafiar las leyes de la tonalidad, para encontrar una salida a la disonancia la cual descubrió con el tiempo al establecer el sistema atonal en el cual todas las notas tienen idéntico valor. Esta obra narra en su texto para barítono y coro la cruda y aciaga experiencia de un polaco del gueto de Varsovia, donde expresa contundentemente a manera de recitación las ignominias a que fueron sometidos sus compatriotas y él por parte de los alemanes, no deja de estremecer el lamento envuelto en las notas atonales de la orquesta que logra una sincronía excepcional entre música y narración.
A continuación transcribimos el texto de la obra:
NARRADOR
No recuerdo todos los detalles… Debí estar inconsciente la mayor parte del tiempo.
!Sólo recuerdo el grandioso momento en el que todos cantaron -como si estuviera ensayado- la antigua plegaria, olvidada durante tantos años, ¡El antiguo Credo!
Pero no tengo idea de cómo pude acabar viviendo en las alcantarillas de Varsovia durante tanto tiempo.
El día empezó como siempre: Toque de diana, todavía de noche. “¡Fuera!” Aunque hubieras podido dormir, presa del miedo. Habías sido separado de tus hijos, tu mujer, tus padres. No sabías qué había sido de ellos… ¿Cómo ibas a poder dormir así?
Otra vez la trompeta – “¡Salid rápido, el sargento se enfurecerá!” Iban saliendo; algunos, muy despacio, los viejos, los enfermos; otros nerviosamente. Temían al sargento. Corrían como podían. ¡En vano! ¡Tanto ruido y conmoción! ¡Pero no lo bastante rápido! El sargento grita: “¡Atención! ¡Quietos! ¡Volved a empezar! ¿Os ayudo con la culata de mi rifle? ¡Lo estáis deseando!”
El sargento y los soldados golpeaban a todo el mundo: joven o viejo, fuerte o débil, lento, culpable o inocente …
Era doloroso oír los gritos y los gemidos…
Pude oírlo aunque fui golpeado muy fuerte, tanto que caí al suelo. Los que caímos al suelo fuimos golpeados en la cabeza…
Quedé inconsciente… Lo siguiente que recuerdo es un soldado diciendo: “¡Están todos muertos!”
Entonces el sargento ordenó deshacerse de nosotros.
Ahí quedé semiconsciente. Todo estaba muy tranquilo – miedo y dolor. Entonces oí al sargento gritar: „¡Contadlos!“
Empezaron despacio y entrecortado: Uno, dos, tres, cuatro – “¡Atención!” gritó el sargento. “¡Más deprisa! ¡empezad de nuevo! ¡En un minuto quiero saber a cuántos vamos a mandar a la cámara de gas! ¡Contad!”
*Empezaron de nuevo, al principio despacio: uno, dos, tres, cuatro, cada vez más rápido, tanto que al final pareció una estampida de caballos salvajes, y de repente, en medio de todo, empezaron a cantar “Shema Yisroel”.
CORO
¡Escucha, Israel! el Señor es nuestro Dios y es Uno.
Y estas palabras que os dicto debéis guardarlas en vuestros corazones.Las enseñaréis a vuestros hijos, y hablaréis de ellas en vuestros hogares y en vuestros viajes, cuando os acostéis o cuando os levantéis.
Son muchas las obras no solo musicales que el arte ha dedicado al terrible campo de concentración y la aniquilación nazi de inocentes, que es testimonio de la crueldad y nos debe llevar a preguntarnos sobre la ontología del campo de concentración que no solo habito las tierras europeas sino también las latinoamericanas como el caso de Argentina durante su dictadura y sitios similares que en diferentes países el poder del terror ha sembrado a través de sus fuerzas paraestatales.
Podemos concluir que el arte siempre estará en la capacidad de expresar los sentimientos más íntimos del ser humano, nuestras emociones no tienen límites, cada artista de acuerdo con su realidad histórica tendrá el deber de trasmitir un mensaje según su propio código de emociones y percepciones, la capacidad de comunicar a través del arte nos es innata como seres sentipensantes- parafraseando a Eduardo Galeano- y a pesar de que para la industria del entretenimiento y las mismas academias de formación educativa sea más sencillo despojar a la población de sentido crítico frente al arte, este prevalece como mensaje inspirador y dotador de reflexiones de la realidad.
El artista desde siempre ha tenido una responsabilidad política con su época, el posmodernismo actual quiere despojar al artista de sentido crítico, pretende convertir la obra artística en un goce insulso y vacuo que solo se consuma para el delirio fugaz de escape de la realidad implacable, que nos sumerge en la dominación del consumo, queda la invitación para que desde nuestros espacios de creación invoquemos la reivindicación del arte crítico como herramienta de reflexión y pensamiento de bienestar social.