No podemos ser tan ingenuos y caer fácil en los discursos fascinantes de modernización del estado, mayor acceso a internet, educación, trabajo, negocios, aumento de empleo, transformación a la educación, cultura y entretenimiento con la economía naranja en estos momentos de pandemia, como si internet fuera la solución a la pobreza estructural de nuestros pueblos.
Antes de admitir y creer en esta falacia, debemos preguntar sobre la neutralidad de la red, el uso de los datos y contenidos, ¿qué internet se discute y se consume? ¿internet de quiénes y para quiénes? ¿Qué internet se promueve para el 49% que todavía no está conectado?, ¿Cómo se van a proteger las culturas ancestrales, campesinas, marginadas y excluidas de las empresas publicitarias que homogenizan y mercadean todas las expresiones de vida?.
Recordemos que internet se gesta y se sustenta en un proyecto expansionista mundial de pocas empresas como Facebook, Google, YouTube, Wikipedia y otras pocas que operan sobre líneas capitalistas, coloniales, patriarcales, geográficas, lingüísticas, simbólicas, culturales y mercantiles.
Este proyecto “No solo responden a cuestiones técnicas, sino profundamente políticas”
Necesitamos un internet libre de violencias, más incluyente, con oportunidades para todas y todos de forma democrática, consensuada por todas las comunidades y territorios por más alejados que estén.
“Trabajemos por los diálogos sobre la gobernanza de internet”